¿Qué hacer cuando
aquella mujer caliente,
que heriste en un pasado
inoportuno,
cubre su hoguera en
un vidrio tuno
helando tu mano en un
frío hiriente?
¿Qué hacer si le
hablas, sutil, a la luna,
pidiéndole las más
bellas estrellas,
y sólo vuelve el eco,
sin dejar huellas,
vestido de negro y
formando una cuna?
Sólo me queda
esperar; que mi pecho
retome, otra vez, su
rumbo y aviva
mi ardiente llama,
dejando en el techo
morir, imperfecta,
una chispa ilusiva,
y así abandonar, por
fin, el acecho
de un sueño navegando
a la deriva.
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