A veces, el rocío, que abrillanta
las finas manos de una flor, se evapora
y se convierte en una nube.
A veces, entre las nubes, aparece
una estrella amarillenta
que te ciega por completo.
A veces, el sol se esconde
entre negros nubarrones
que lloran sin cesar.
A veces, las gotas que caen al mar,
sólo hacen el océano más grande y más salado
mientras ven la luz marchar.
A veces, la sal deja un agridulce rastro
en la orilla de este mar y sólo espera
que no vengan más tormentas
ni más olas de ultramar.
A veces, resignado, miras fijamente el horizonte…
tan lejano, tan soñado y tan deseado
que a veces, y sólo a veces,
llegas a pensar que, quizás,
sea mejor no amar.
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