Cuando un
imperturbable fallo del pasado
clava sus afiladas
consecuencias en tu presente
reabriendo una herida
que, a pesar del tiempo,
aun no ha cicatrizado.
Cuando en un melódico
instante
derramas lágrimas que
amansan tus labios
rugosos y prietos de
rabia condensada.
Cuando escuchas en tu
alma el sollozo
de la esperanza que
guiaba tu ilusión
y tienes que
sacrificarla para impedir
que muera entrecortando la agonía.
Cuando debes evitar
verla
para dejar de
poseerla,
de sentirla,
de quererla,
y de amarla…
Entonces, sientes tal
vacío en tu interior
que puedes probar, masticar,
y tragar el dolor
que ella sufrió tras
tu terrible error.